miércoles, 20 de enero de 2010

Las dolencias del cuerpo y la manera de interpretarlas...

Hoy fue día de consulta dental. Sé que a nadie le gusta, pero después del tráfico de la "hora pico", me senté en el sillón de dentista (ignoro cómo se llame), y le dije "doctor, este es mi espacio de relajación". Me acomodé y la consulta comenzó.

Llevo dias con un dolor terrible, porque parece que cada vez que como algo se encaja entre dos muelas. El doc me dijo que tenía que levantar la corona de porcelana de una de ellas, que era la que estaba mal. No muy convencida accedí. Cuando por fin pudo quitarla nos llevamos tremenda sorpresa, porque la muela está en perfectas condiciones... Era la de al lado la que estaba desgastada, pero nunca lo hubiéramos sabido si no toca la que yo no quería que tocara...

A veces lo que está al lado es quien adolece, y se refleja en el otro... Tu muela estaba bien -concluía el dentista- era la de atrás la que estaba muy desgastada y se resentía en la de adelante.

Camino a casa, meditaba que hasta de una curación dental se puede sacar una lección de vida. La curación no fue sencilla, tuvo que anesteciar... aún después en plena curación me dolía bastante... Pero venía una sensación como de disfrute, porque me había programado para que la consulta fuera mi lugar de relajación... El dolor nos hace tomar conciencia de nuestro propio cuerpo, y, por tanto, de que estamos vivos. No digo que hay que sufrir para sentirnos vivos, pero en medio del dolor se encuentra vida, el dolor solo nos hace reconocer nuestra naturaleza, y si ésta se encuentra en un sillón cómodo y acogedor, como lo fue el del consultorio de mi dentista, toma otra forma, va siendo más constructivo que destructivo...

Si esta nota les sirve de reflexión habrá cumplido su cometido... Si no, créanme que yo gozosa volveré la siguiente semana con mi dentista, aún cuando esta noche solo pude sopear una maruchan y dos vasos de agua cuyo contenido escurría como cuando bebía agua a los dos años... Jajaja.

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