TOMANDO CONCIENCIA DE NUESTRAS EMOCIONES
Muchas veces escuchamos en la radio programas
de autoayuda de tipo “casero” que, si bien nos ayudan a experimentar un
sentimiento de seguridad, por otro lado nos dejan un sinsabor emocional, pues
toda terapia requiere seguimiento.
Mi objetivo en esta sección es poner de
manifiesto que, una vez que nos hacemos un plan de vida con los elementos que
están a nuestro alcance, seremos capaces de procurarnos autoayuda de calidad.
Lo primero, para toda terapia o “autoterapia”
es tomar conciencia de nuestras emociones. Trabajo arduo para quienes hemos
sido formados con una conciencia impersonal. Es decir, para quienes la
formación ha sido basada en cuestiones moralistas o anti-éticas, modelo de
generaciones donde lo imprescindible era dar respuesta a conductas sociales
manifiestas.
Tomar conciencia de sí mismos implica responsabilidad
en nuestros actos, observación de conductas y planeación estratégica de nuevos
modelos basados en la convicción particular de valores, emociones y sentimientos,
que reflejen una particular forma de ser y de sentirnos en “sintonía” con lo
que nos rodea.
Una buena terapia nos servirá para la
solución a conflictos que tienen que ver con conductas asociadas a eventos del
pasado, como la muerte de un ser querido, la pérdida del empleo, la ruptura de
una relación amistosa o amorosa; y nos reafirmará como personas aumentando
nuestra capacidad de reflexión y de diálogo.
El resultado de esto será la aceptación de
situaciones que no podemos cambiar y evitar en la medida de lo sucesivo
conductas que nos perjudican, y de las que muchas veces no somos concientes.
Por ende una buena terapia nos llevará a elevar nuestro estado de conciencia y
procurará una mejor calidad de vida.
Pero, ¿por dónde comenzar? ¿cómo darme cuenta
de estas conductas que me llevan en ocasiones al “auto rechazo? ¿cómo
diferenciar una conducta aprendida de una opción de vida?
Para ello, quiero compartirles una breve
reflexión, extractada del libro “Cerrando ciclos vitales” de Stecca de Alvizúa:
Nuestra historia personal es como un libro que puede ser interpretado
de muchas maneras.
La historia realmente no existe, sino que la inventa el hombre a
medida que va siendo protagonista del tiempo.
Alguna veces evitamos recordar algunos pasajes
de nuestra vida o aspectos de nuestra personalidad generando con ellos
situaciones insospechadas que van marcando pautas para nuestra identidad
personal.
Una vez que adquirimos el hábito de evitar el
contacto con lo que percibimos como desagradable, vergonzoso o doloroso,
seguiremos haciéndolo con la gente y otros elementos de la vida, y nos quedará
un camino muy estrecho.
Generalmente el hombre tiende a desplazar de
su vida situaciones que no le han sido agradables, y no se da cuenta de todo el
“material” que desecha en ese afán por evitar el sufrimiento. Hemos de tener
claro que nuestra historia está llena de hechos, eventos y personajes que no
pueden ser cambiados, pero sí interpretados de forma constructiva, sana y
responsable.
Cada vez que yo niego una realidad en mi vida
por miedo o temor al daño que pueda hacerme, inconcientemente me niego a mi
mismo la oportunidad de crecimiento personal.
Gerardo (llamaré así a este paciente) es un
chico emprendedor, serio, responsable, que ha mudado de país con la finalidad
de encontrar mejores oportunidades de crecimiento y económicas. Pero ha tenido
serias dificultades debido a su necesidad de encontrar un sentido a su vida. Ha
probado en muchas corrientes humanistas y transpersonales tratando de llenar ese
vacío de su esencia. Es una persona religiosa, entregada al trabajo y
simpática, pero no logra encontrar ese sentido a su vida que dejó olvidado en
algún lugar de su camino.
Al acudir a terapia me relata algunos hechos
de su vida, siente que ha ido tras cuestiones efímeras que, lejos de ayudarle a
encontrar pistas para su crecimiento, han menguado el deseo de realización
personal.
Hacemos un ejercicio que consistía en
imaginarse parado frente a una plaza rodeada de gente, paisajes, una fuente,
jardines y algunas situaciones concretas. Le pido que imagine que durante mucho
tiempo se ve dando vueltas alrededor de esa plaza en su búsqueda de
autoconocimiento, de ese infinito al que pretende encontrar (recordemos que es
una persona religiosa).
Le pido entonces que me diga cómo se siente,
y lo que percibe en esa búsqueda. Atónito me responde que no puede ver nada en
absoluto porque, en esa necesidad de ir tras su “esencia”, que ahora ni el
mismo puede explicar, olvida ver el panorama, y no se imagina la fuente, ni los
jardines, ni los paisajes, ni a la gente y mucho menos a esas personas haciendo
actividades. Cae en cuenta que durante mucho tiempo ha ido dando vueltas sin
saber si en realidad ya encontró eso que tanto andaba buscando.
Le pido ahora que se relaje, que respire, y
que tome un descanso sentado en la fuente. Que trate de mirar el paisaje y que
me describa todo aquello que, sentado en la fuente, es capaz de ver.
Conforme va relatando su historia, siente un
vacío inmenso debido a que durante mucho tiempo dio vueltas en balde sin
percatarse que todo lo que necesita para llenar sus vacíos está delante de sí,
aún más, está dentro de sí, y que lo único que necesita es dejar de buscar
fuera de él mismo respuestas a sus interrogantes. “Todo está en mi interior”
repitió un par de veces alegremente y con un dejo de admiración.
¿Cuántas veces nos encontramos en la
situación de Gerardo, dando vueltas en un sitio, buscando “algo” con que llenar
nuestros vacíos, y olvidamos mirar lo que hay a nuestro alrededor, porque nos
acostumbramos a tenerlo ahí? El hombre, en esa sed de buscar su esencia,
comienza un recorrido interminable, escudriñando en la vorágine del mundo
escenarios efímeros que distan de generar el sentido de pertenencia, como lo
indicaba Fromm en su libro “El arte de amar”:
La conciencia de sí mismo lleva al hombre a
un proceso de separatidad, donde busca
pertenecer a algo, a alguien. La separatidad
en sí misma es una fuente de intensa angustia
Entendiendo este proceso podemos decir que el
hombre experimenta esa necesidad de encontrar su esencia, y esa búsqueda se
topa con sus miedos, manifestados en la mayoría de los casos como “soledad”, y
ésta como angustia, debido a que su fin último es encontrar ese sentido de
pertenencia, y es entonces cuando sale de sí mismo en un intento fallido y
desesperado de encontrar su pertenencia al absoluto. Entiéndase absoluto como
su propia esencia, sin necesariamente mostrar connotación religiosa, ética o
moral.
Tomar
conciencia de nuestras emociones significa entonces detenernos en el camino
para reflexionar, introspeccionar, observar todo lo que fluye en nuestro
interior y detectar las zonas que están dañadas debido a conductas del pasado.
A veces nos cuesta trabajo echar una mirada
al pasado debido a lo doloroso que ha sido el mismo, pero nosotros iremos
trabajándolo, de forma que lo miremos, pero no nos detengamos en él, sino que
busquemos las herramientas necesarias para vivir el presente “capitalizando” lo
que nos sirva y desechando lo que ya esté desfasado para construir nuevas
relaciones interpersonales y con nosotros mismos.
- Detectar
nuestras “zonas erróneas”
Dyer, en su libro “tus zonas erróneas” habla
de la forma en la que nosotros construimos relaciones, en base a la percepción
que tenemos de nosotros mismos y de lo que nos rodea.
Está por demás decir que cada uno tiene una
forma de percibir la realidad de forma distinta. Cada persona es un cúmulo de
emociones y sentimientos único e irrepetible. Por ende, jamás podremos pensar
como los demás, si bien podemos entender su proceso de acuerdo a vivencias
personales.
Cuando existen situaciones en nuestra vida
que generan inconformidad o vanas expectativas (pretender ganar excesivo dinero
cuando nuestro contexto es de desempleo; encontrar al hombre o a la mujer
“ideal” sin mirar nuestra realidad, etc.), surgen un sinfín de emociones que
nos hacen caer una y otra vez en una fosa que cada día se va haciendo más
honda. Con ello caemos en crisis depresivas ligeras que con el tiempo van en
aumento, situaciones que se repiten una y otra vez porque atacamos el tallo que
las genera y no la raíz.
Cuando el ser humano es capaz de realizar la
introspección de su vida, se da cuenta que hay situaciones que se repiten una y
otra vez y que solo con un trabajo personal pueden ser eliminados o menguados.
Estamos tan ocupados pensando en los demás y en quedar bien, o en nuestros
problemas que rara vez nos detenemos a pensar en nosotros, nos dedicamos muy poco tiempo y la mayoría de la gente no se conoce a sí misma.
a) No sabe lo que le gusta
b) No sabe hacerse feliz a sí misma y espera que otros le hagan feliz
c) Se ignora y no se dedica tiempo, espera que otros le dediquen tiempo y le
hagan caso.
Para tener una vida mas feliz es de suma importancia que te conozcas a ti mismo, pregúntate:
¿Cual es mi comida favorita?
¿Que música me transporta y me relaja o me hace feliz?
¿Que puedo hacer en este día para acercarme a mis objetivos (puede ser cualquier cosa pequeña)?
¿Que necesito darme a mi mismo para sentirme mas satisfecho?
Una vez que te hayas cuestionado sobre tus gustos, ahora ya sabes mas sobre ti, ya te has demostrado un poco de amor y atención, y con ello has encontrado herramientas para conocerte y saber qué zonas de tu personalidad están fuera de lugar.
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