miércoles, 30 de septiembre de 2015

TOMANDO CONCIENCIA DE NUESTRAS EMOCIONES

TOMANDO CONCIENCIA DE NUESTRAS EMOCIONES

Muchas veces escuchamos en la radio programas de autoayuda de tipo “casero” que, si bien nos ayudan a experimentar un sentimiento de seguridad, por otro lado nos dejan un sinsabor emocional, pues toda terapia requiere seguimiento.

Mi objetivo en esta sección es poner de manifiesto que, una vez que nos hacemos un plan de vida con los elementos que están a nuestro alcance, seremos capaces de procurarnos autoayuda de calidad.

Lo primero, para toda terapia o “autoterapia” es tomar conciencia de nuestras emociones. Trabajo arduo para quienes hemos sido formados con una conciencia impersonal. Es decir, para quienes la formación ha sido basada en cuestiones moralistas o anti-éticas, modelo de generaciones donde lo imprescindible era dar respuesta a conductas sociales manifiestas.

Tomar conciencia de sí mismos implica responsabilidad en nuestros actos, observación de conductas y planeación estratégica de nuevos modelos basados en la convicción particular de valores, emociones y sentimientos, que reflejen una particular forma de ser y de sentirnos en “sintonía” con lo que nos rodea.

Una buena terapia nos servirá para la solución a conflictos que tienen que ver con conductas asociadas a eventos del pasado, como la muerte de un ser querido, la pérdida del empleo, la ruptura de una relación amistosa o amorosa; y nos reafirmará como personas aumentando nuestra capacidad de reflexión y de diálogo.

El resultado de esto será la aceptación de situaciones que no podemos cambiar y evitar en la medida de lo sucesivo conductas que nos perjudican, y de las que muchas veces no somos concientes. Por ende una buena terapia nos llevará a elevar nuestro estado de conciencia y procurará una mejor calidad de vida.

Pero, ¿por dónde comenzar? ¿cómo darme cuenta de estas conductas que me llevan en ocasiones al “auto rechazo? ¿cómo diferenciar una conducta aprendida de una opción de vida?

Para ello, quiero compartirles una breve reflexión, extractada del libro “Cerrando ciclos vitales” de Stecca de Alvizúa:

Nuestra historia personal es como un libro que puede ser interpretado de muchas maneras.

La historia realmente no existe, sino que la inventa el hombre a medida que va siendo protagonista del tiempo.

Alguna veces evitamos recordar algunos pasajes de nuestra vida o aspectos de nuestra personalidad generando con ellos situaciones insospechadas que van marcando pautas para nuestra identidad personal.
Una vez que adquirimos el hábito de evitar el contacto con lo que percibimos como desagradable, vergonzoso o doloroso, seguiremos haciéndolo con la gente y otros elementos de la vida, y nos quedará un camino muy estrecho.

Generalmente el hombre tiende a desplazar de su vida situaciones que no le han sido agradables, y no se da cuenta de todo el “material” que desecha en ese afán por evitar el sufrimiento. Hemos de tener claro que nuestra historia está llena de hechos, eventos y personajes que no pueden ser cambiados, pero sí interpretados de forma constructiva, sana y responsable.

Cada vez que yo niego una realidad en mi vida por miedo o temor al daño que pueda hacerme, inconcientemente me niego a mi mismo la oportunidad de crecimiento personal.

Gerardo (llamaré así a este paciente) es un chico emprendedor, serio, responsable, que ha mudado de país con la finalidad de encontrar mejores oportunidades de crecimiento y económicas. Pero ha tenido serias dificultades debido a su necesidad de encontrar un sentido a su vida. Ha probado en muchas corrientes humanistas y transpersonales tratando de llenar ese vacío de su esencia. Es una persona religiosa, entregada al trabajo y simpática, pero no logra encontrar ese sentido a su vida que dejó olvidado en algún lugar de su camino.

Al acudir a terapia me relata algunos hechos de su vida, siente que ha ido tras  cuestiones efímeras que, lejos de ayudarle a encontrar pistas para su crecimiento, han menguado el deseo de realización personal.

Hacemos un ejercicio que consistía en imaginarse parado frente a una plaza rodeada de gente, paisajes, una fuente, jardines y algunas situaciones concretas. Le pido que imagine que durante mucho tiempo se ve dando vueltas alrededor de esa plaza en su búsqueda de autoconocimiento, de ese infinito al que pretende encontrar (recordemos que es una persona religiosa).

Le pido entonces que me diga cómo se siente, y lo que percibe en esa búsqueda. Atónito me responde que no puede ver nada en absoluto porque, en esa necesidad de ir tras su “esencia”, que ahora ni el mismo puede explicar, olvida ver el panorama, y no se imagina la fuente, ni los jardines, ni los paisajes, ni a la gente y mucho menos a esas personas haciendo actividades. Cae en cuenta que durante mucho tiempo ha ido dando vueltas sin saber si en realidad ya encontró eso que tanto andaba buscando.

Le pido ahora que se relaje, que respire, y que tome un descanso sentado en la fuente. Que trate de mirar el paisaje y que me describa todo aquello que, sentado en la fuente, es capaz de ver.

Conforme va relatando su historia, siente un vacío inmenso debido a que durante mucho tiempo dio vueltas en balde sin percatarse que todo lo que necesita para llenar sus vacíos está delante de sí, aún más, está dentro de sí, y que lo único que necesita es dejar de buscar fuera de él mismo respuestas a sus interrogantes. “Todo está en mi interior” repitió un par de veces alegremente y con un dejo de admiración.
¿Cuántas veces nos encontramos en la situación de Gerardo, dando vueltas en un sitio, buscando “algo” con que llenar nuestros vacíos, y olvidamos mirar lo que hay a nuestro alrededor, porque nos acostumbramos a tenerlo ahí? El hombre, en esa sed de buscar su esencia, comienza un recorrido interminable, escudriñando en la vorágine del mundo escenarios efímeros que distan de generar el sentido de pertenencia, como lo indicaba Fromm en su libro “El arte de amar”:

La conciencia de sí mismo lleva al hombre a
un proceso de separatidad, donde busca
pertenecer a algo, a alguien. La separatidad
en sí misma es una fuente de intensa angustia

Entendiendo este proceso podemos decir que el hombre experimenta esa necesidad de encontrar su esencia, y esa búsqueda se topa con sus miedos, manifestados en la mayoría de los casos como “soledad”, y ésta como angustia, debido a que su fin último es encontrar ese sentido de pertenencia, y es entonces cuando sale de sí mismo en un intento fallido y desesperado de encontrar su pertenencia al absoluto. Entiéndase absoluto como su propia esencia, sin necesariamente mostrar connotación religiosa, ética o moral.

 Tomar conciencia de nuestras emociones significa entonces detenernos en el camino para reflexionar, introspeccionar, observar todo lo que fluye en nuestro interior y detectar las zonas que están dañadas debido a conductas del pasado.

A veces nos cuesta trabajo echar una mirada al pasado debido a lo doloroso que ha sido el mismo, pero nosotros iremos trabajándolo, de forma que lo miremos, pero no nos detengamos en él, sino que busquemos las herramientas necesarias para vivir el presente “capitalizando” lo que nos sirva y desechando lo que ya esté desfasado para construir nuevas relaciones interpersonales y con nosotros mismos.

  1. Detectar nuestras “zonas erróneas”

Dyer, en su libro “tus zonas erróneas” habla de la forma en la que nosotros construimos relaciones, en base a la percepción que tenemos de nosotros mismos y de lo que nos rodea.

Está por demás decir que cada uno tiene una forma de percibir la realidad de forma distinta. Cada persona es un cúmulo de emociones y sentimientos único e irrepetible. Por ende, jamás podremos pensar como los demás, si bien podemos entender su proceso de acuerdo a vivencias personales.

Cuando existen situaciones en nuestra vida que generan inconformidad o vanas expectativas (pretender ganar excesivo dinero cuando nuestro contexto es de desempleo; encontrar al hombre o a la mujer “ideal” sin mirar nuestra realidad, etc.), surgen un sinfín de emociones que nos hacen caer una y otra vez en una fosa que cada día se va haciendo más honda. Con ello caemos en crisis depresivas ligeras que con el tiempo van en aumento, situaciones que se repiten una y otra vez porque atacamos el tallo que las genera y no la raíz.

Cuando el ser humano es capaz de realizar la introspección de su vida, se da cuenta que hay situaciones que se repiten una y otra vez y que solo con un trabajo personal pueden ser eliminados o menguados.

Estamos tan ocupados pensando en los demás y en quedar bien, o en nuestros 
problemas que rara vez nos detenemos a pensar en nosotros, nos dedicamos muy poco tiempo y la mayoría de la gente no se conoce a sí misma.
 
a) No sabe lo que le gusta
 
b) No sabe hacerse feliz a sí misma y espera que otros le hagan feliz
 
c) Se ignora y no se dedica tiempo, espera que otros le dediquen tiempo y le
     hagan caso.
 
Para tener una vida mas feliz es de suma importancia que te conozcas a ti mismo, pregúntate:
 
¿Cual es mi comida favorita?
 
¿Que música me transporta y me relaja o me hace feliz?
 
¿Que puedo hacer en este día para acercarme a mis objetivos (puede ser cualquier cosa pequeña)?
 
¿Que necesito darme a mi mismo para sentirme mas satisfecho?
 

Una vez que te hayas cuestionado sobre tus gustos, ahora ya sabes mas sobre ti, ya te has demostrado un poco de amor y atención, y con ello has encontrado herramientas para conocerte y saber qué zonas de tu personalidad están fuera de lugar.

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