Muchas veces nos preguntamos ¿por qué razón Dios no nos contesta, por
qué razón, Dios se queda callado? o ¿por qué el Señor permite circunstancias
difíciles y aparentemente injustas? Muchos de nosotros quisiéramos que Él nos
respondiera lo que deseamos oír, pero Dios no es así. Dios nos responde aún con
el silencio. Él sabe lo que está haciendo y sabe
lo que es mejor para cada uno de
nosotros.
Los hombres queremos tener respuestas a todos las interrogantes, más aún, cuando alguna de estas interrogantes tiene el aspecto de fracaso, injusticia o falto de sentido común, nuestro interior se debate y se revela en cuestionamientos y en querer dar las respuestas que nos parecen más acertadas.
La vida de Dios está rodeada de silencio. La maravillosa creación del
hombre y su gestación, toda ella se va realizando en el silencioso vientre de
una madre. La eterna generación de su Hijo Jesucristo, la Encarnación se tiene
“en medio del silencio”... (Sal 18, 4ss). "Una palabra habló el Padre, que fue
su Hijo, y ésta habla siempre con eterno silencio" (San Juan de la Cruz, Max
21).
El silencio de la creación Los espectáculos más grandiosos de la
naturaleza se desenvuelven en perfecto silencio: un amanecer, el correr de un
río, el espejo de un lago, el volar de un pájaro. No nos extrañemos si en
ocasiones no escuchamos a Dios, él habla sí, pero en el silencio, nuestro
corazón necesita estar en silencio para maravillarnos y ahí descubrir a Dios