sábado, 17 de julio de 2010

Una opción cristiana por la libre elección sexual


Daniel E. Benadava - Miércoles 14 de Julio del 2010
Hoy en día los legisladores argentinos debaten la posibilidad de promulgar una ley para que personas del mismo sexo, a través del matrimonio o la unión civil, puedan tener idénticos derechos que una pareja heterosexual. Esta discusión parlamentaria creó una gran controversia dentro del cristianismo ya que, por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia Católica plantea que en ningún caso puede aprobarse la homosexualidad ya que la misma es una grave depravación que conlleva la práctica de actos intrínsecamente desordenados que, siendo contrarios a la ley natural, cierran la sexualidad al don de la vida y no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual.

En este mismo sentido el Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, afirmó que el proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo, además de herir gravemente a la familia, pretende destruir el plan de Dios que está grabado en nuestros corazones y, por estos motivos, el pueblo argentino debe recordarle a los legisladores lo que Dios mismo dijo a su pueblo en un momento de mucha angustia: 'esta guerra no es vuestra sino de Dios'. Que ellos nos socorran, defiendan y acompañen en esta guerra de Dios.

En disidencia con esta postura el Grupo Sacerdotal Enrique Angelelli de la Argentina, creyendo que no siempre las opiniones de la iglesia oficial coinciden con el Evangelio el cual no es un código de moral por lo cual citar textos aislados para condenar la homosexualidad es un fundamentalismo anacrónico incapaz de entender los textos en su lugar histórico particular, sostiene que Jesús nunca fijó una doctrina cerrada sobre el matrimonio ni jamás condenó ni mencionó la homosexualidad la cual es una manera distinta de vivir la sexualidad y el amor, no una rareza o una enfermedad, y citar a la “ley natural” para oponerse a esta legislación es solo una posición fijista de la realidad pretendida como “natural” sin entender los complejos procesos culturales.

De igual forma un grupo de curas de la Diócesis de Quilmes de la Argentina, frente a actitudes verdaderamente dignas de las peores Cruzadas movidas por preocupantes fundamentalismos bíblicos, se preguntó si ¿se puede seguir afirmando que la homosexualidad es una “enfermedad” y condenar tal identidad y sus eventuales derechos civiles?; si en la historia de la Iglesia se consideraba “natural” el cauce de un río y se impedía canalizarlo, o se consideraba “natural” la esclavitud... la concepción de que un eventual matrimonio entre parejas del mismo sexo atenta contra la “ley natural” ¿no será mas bien una concepción cultural?; a la luz del evangelio del Buen Samaritano ¿cómo podríamos considerarnos discípulos de Jesús sin conmovernos con entrañas de misericordia… o seguir “de largo” sin detenernos a escuchar lo que Dios nos está queriendo decir a través de tantos y tantas que se sienten “explotados y deprimidos” bajo un sistema discriminatorio?.

Así mismo son millones los argentinos que comprenden que los legisladores de su país deben hacer caso omiso a los dichos de la jerarquía católica y promulgar la ley de matrimonio o unión civil para personas del mismo sexo ya que entienden que, como lo sostuvo el teólogo Leonardo Boff, nadie puede negar que entre dos personas puede existir amor el cual es algo misterioso porque tiene que ver con Dios… y mientras que el Estado laico se debe preocupar en regular esas relaciones en términos legales, el Pueblo de Dios debe estar con los homosexuales desmontando históricos mecanismos de marginación o prejuicios.

Y por último, entendiendo que en el debate sobre la homosexualidad se encuentra uno de los tantos “signos de nuestro tiempo” que debe ser discernido a través de las palabras de Jesús que anunció el Reino de Liberación para todas las personas de buen corazón, son millones los cristianos que plantean que hoy en día realizar una opción preferencial por los pobres implica estar junto a los “nuevos excluidos” de nuestras sociedades entre quienes -por ejemplo- se encuentran los homosexuales que, por el solo hecho de haber realizado una elección sexual “no convencional”, suelen ser rechazados por la sociedad, discriminados en la ley y segregados de la religión.

10 lecturas recomendadas para la vida religiosa en verano

La lista de los libros propuestos ha sido elaborada y valorada por un equipo de profesionales del libro (editores, libreros…) y profesores de teología. El orden de los libros en la siguiente lista no significa mayor o menor valoración:

Lista de lecturas recomendadas para la vida religiosa. Verano 2010

- “La Casa de Todos. Comunidad-morada-misión”. 39ª Semana Nacional de Vida Religiosa. Publicaciones Claretianas.
- “Los bienes al servicio de la Misión”. Jesús Mª Alday (ed.). Publicaciones Claretianas.
- Esperanza en una época de desesperanza. Albert Nolan. Editorial Sal Terrae.
- Acompañar las vocaciones religiosas. Guy Lespinay. Publicaciones Claretianas.
- El aliento del alma. Reflexiones sobre la oración. Joan Chittister. Editorial Sal Terrae.
- Ministros Ordenados Religiosos. II SIMPOSIO del ITVR. Publicaciones Claretianas.
- Hacerse adulto en la fe. Conf. Episcopal de Bélgica. Editorial Sal Terrae.
- Exégesis Viviente de la Palabra de Dios. Severiano Blanco. Publicaciones Claretianas.
- Los Salmos. Oración de cada día. Angel Aparicio. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC).
- VITA CONSECRATA. 8 libritos de la nueva colección. AA.VV. Publicaciones Claretianas

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Tocando a nuestros seres queridos dentro del Cuerpo de Cristo


Ron Rolheiser, omi - Lunes 12 de Julio del 2010
Mistério de encarnación

Hace veintiocho años, cuando comencé a redactar esta columna, escribí un trabajo que titulé “Atando y desatando dentro del Cuerpo de Cristo”. Entre todos los artículos que he escrito en todo este tiempo, éste fue probablemente el que más reacciones provocó.

¿De qué se trata? ¿Cómo podemos atarnos y desatarnos unos a otros dentro del Cuerpo de Cristo? Aquí van las líneas esenciales:

Imagina que eres un padre o una madre que tiene un hijo que ya no va a la iglesia, que ya nunca reza, que ya no cumple los mandamiento morales de la Iglesia, que ya no respeta tu fe y es hasta abiertamente agnóstico o ateo. ¿Qué puedes hacer tú?

Puedes seguir orando por él y vivir responsablemente tus convicciones de fe, con la esperanza de que el ejemplo de tu vida ejerza poder eficaz donde tus palabras son ineficaces. Puedes ciertamente hacer eso, pero puedes hacer más todavía.

Puedes seguir amando y perdonando a tus hijos y, en la medida en que reciben ese amor y perdón, están recibiendo el amor y el perdón de Dios. Tu toque de afecto es el toque de Dios. Ya que eres parte del Cuerpo de Cristo, cuando los tocas, es Cristo quien los toca. Cuando les amas, es Cristo quien les ama. Cuando les perdonas, es Cristo quien les perdona, porque tu toque de afecto es el toque de la Iglesia.

Parte de la maravilla del misterio de la Encarnación consiste en el hecho asombroso de que podemos hacer unos por otros lo que Jesús hizo por nosotros. Jesús nos otorga ese poder: ‘Lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo; lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo’. Quedan perdonados los pecados de aquellos a quienes perdonéis.

Si formas parte del Cuerpo de Cristo, cuando perdonas a alguien, él o ella queda perdonado. Si amas a alguien, es Cristo quien le está amando, porque el Cuerpo de Cristo no es simplemente el cuerpo de Jesús, sino que es también el cuerpo de los creyentes. Sentirse tocado, amado y perdonado por un miembro del cuerpo de los creyentes es ser tocado, amado y perdonado por Cristo. El infierno es posible solamente cuando alguien se coloca a sí mismo completamente fuera del alcance del amor y del perdón, de modo que se vuelve incapaz de sentirse amado y perdonado. Y esto no es tanto una cuestión de rechazo de enseñanzas explícitas religiosas y morales, como de rechazo del amor tal como se nos ofrece en la comunidad de los que creen sinceramente en Jesús.

Más claro todavía:

Si algún ser querido tuyo se descarría y se aleja de la Iglesia en el campo de la práctica de la fe y de la moralidad, mientras tú sigas amando a esa persona y manteniéndola en tu amor y perdón, está ella tocando la “orla del manto de Cristo”, se mantiene unida al Cuerpo de Cristo y Dios la perdona, independientemente de su relación oficial y externa con la Iglesia. ¿Cómo?

Esas personas están tocando el Cuerpo de Cristo porque tu toque afectivo es toque de Cristo. Cuando tocas a alguien, a no ser que esa persona rechace activa y abiertamente tu amor y tu perdón, esa persona se está relacionando con el Cuerpo de Cristo. Y esto es así incluso más allá de la muerte: Si alguien muy cercano tuyo muere en un estado en el que, al menos externamente, se muestra reñido con la iglesia visible, tu amor y tu perdón seguirá “atando” a esa persona al Cuerpo de Cristo y seguirá ofreciendo perdón a esa persona, aun después de la muerte.

El famoso pensador y escritor inglés G.K. Chesterton expresó esto en una curiosa parábola: “Un hombre totalmente descuidado en asuntos espirituales y religiosos murió y aterrizó en el infierno. Y sus viejos amigos en la tierra le echaron mucho de menos. Su agente de negocios bajó a las puertas del infierno para ver si habría alguna posibilidad de recuperar al amigo. Pero, aunque suplicó que se abrieran las puertas, las barras de hierro nunca cedieron. Su párroco fue también y arguyó así: ‘Realmente no era él un mal hombre; si se le hubiera dado tiempo, habría madurado. ¡Déjenle salir, por favor!’ La puerta permaneció tercamente cerrada contra todas sus presiones. Finalmente se acercó al infierno la madre del pobre hombre; no pidió que liberaran a su hijo. Con calma, y con una extraña inflexión en su voz, le dijo a Satanás: ‘Déjame entrar’. Inmediatamente el enorme portalón se abrió girando sobre sus goznes…, porque el amor baja al infierno y penetra por sus puertas y… allí redime a los muertos”.

En el misterio de la Encarnación Dios se hace hombre: en Jesús, en la Eucaristía y en todos los que son sinceros en su fe. El poder y la misericordia increíbles que vinieron a nuestro mundo en la persona de Jesús están todavía con nosotros, al menos si optamos por activarlos. Somos el Cuerpo de Cristo. Lo que hizo Jesús por nosotros podemos hacerlo también nosotros, los unos por los otros. Nuestro amor y perdón son los cables que conectan a nuestros seres queridos con Dios, con la salvación y con la comunidad de los santos, aun cuando ya no caminen por el camino de la fe explícita.

¿Demasiado bonito para ser verdad? Sí, sin duda. Si no, ¿de qué otra manera podemos describir el misterio de la Encarnación?

Traducido por: Carmelo Astiz, cmf